Duelo

La definición de duelo está relacionada con el dolor y la lástima. Suele ir asociada a la pérdida de un ser querido, pero es importante añadir que este sentimiento viene acompañado de cualquier tipo de pérdida, ya sea personal, material o situacional. Rupturas de pareja, cambios de domicilio, cambios de estatus profesional y procesos de enfermedad o de merma funcional son algunas de las situaciones que están detrás de un proceso de duelo.
Al sufrir una pérdida importante es habitual desarrollar los siguientes sentimientos mientras se elabora el duelo:
– Insensibilidad.
– Tristeza.
– Enfado.
– Frustración.
– Agresividad.
– Culpa.
– Ansiedad
– Soledad.
– Apatía.
– Impotencia.
– Anhelo.
– Alivio.

Las fases del duelo

De entre todos los estudios que existen en torno al duelo, los más conocidos son los de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross. Esta identifica cinco periodos o fases que se desarrollan (con mayor o menos intensidad) de forma natural ante una pérdida. Aunque pueden darse sucesivamente, no siempre tiene por qué ser así. Cada proceso, como cada persona, es único.

  1. Negación:

La negación es una reacción que se produce inmediatamente después de una pérdida. Cuando se experimenta una pérdida súbita, se tiene una sensación de irrealidad o de incredulidad que puede verse acompañada de una congelación de las emociones. Se puede manifestar con expresiones tales como: “aún no me creo que sea verdad”, “es como si estuviera viviendo una pesadilla” e incluso con actitudes de aparente “entereza emocional” o de actuar “como si no hubiera pasado nada”. En ocasiones, puede ser más sutil y manifestarse restando importancia a la gravedad de la pérdida o no asumiendo que la perdida sea irreversible.

Esta etapa sirve para poder sobrevivir a la pérdida. Dosificando el dolor de la pérdida evitamos que estos sentimientos nos abrumen y podamos manejarlos de forma adecuda.

  1. Ira:

Se activan sentimientos de frustración y de impotencia que pueden tener 3 objetivos: un tercero (por ejemplo, culpar a dios por nuestra pérdida), uno mismo (por ejemplo, culparse por no haber podido hacer lo suficiente para evitar la pérdida) o hacia el objeto perdido (por ejemplo, culpara al fallecido por habernos dejado). En casos extremos, las personas no pueden ir elaborando el duelo porque quedan atrapadas en una reclamación continua que les impide despedirse adecuadamente del objeto amado. La ira aflora cuando nos sentimos lo bastante seguros como para saber que es probable que sobreviviremos.

  1. Negociación:

En esta fase se comienza a contactar con la realidad de la pérdida al tiempo que se empiezan a explorar qué cosas hacer para revertir la situación. Por ejemplo, cuando a alguien se le diagnostica una enfermedad terminal y comienza a explorar opciones de tratamiento pese a haber sido informado de que no hay cura posible, o quien cree que podrá recuperar una relación de pareja ya definitivamente rota si empieza a comportarse de otra manera.

  1. Depresión (pena):

Cuando se va asumiendo la realidad de la pérdida, se comienza a contactar con lo que implica emocionalmente la ausencia, lo que se genera sentimientos de: pena, nostalgia, tendencia al aislamiento social y pérdida de interés por lo cotidiano. Es importante permitirse llorar o notar vacío. Esta fase parece que va a durar para siempre y sirve para que la persona evalúe de forma real la perdida y puede reconstruirse de nuevo.

  1. Aceptación:

Supone la llegada de un estado de calma asociado a la comprensión, no sólo racional sino también emocional, de que la muerte y otras pérdidas son fenómenos inherentes a la vida humana. En esta fase se recuerda lo perdido sin perder de vista la vida que hay por delante. La persona reorganiza los roles previos a la pérdida y se adapta al nuevo mundo.

Aunque el duelo es un proceso personal, también es importante su vertiente social. Todas las culturas han ido desarrollando formas de canalizar ese dolor a través de los lazos comunitarios (compartir el dolor con los otros) y con elaboraciones simbólicas que a menudo dan un sentido trascendente a la pérdida.

Si este proceso no se desarrolla de manera natural o si el proceso de duelo se alarga en el tiempo y no finaliza, se estaría desarrollando un duelo problemático y es cuando hay que intervenir para facilitar el adecuado funcionamiento de este proceso ya que no estaría cumpliendo su función de reparación ante una pérdida, sino que alimenta un bucle destructivo que hay que parar.

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